Nadie ni remotamente se imagina
tu matinal rubor, ese rubor
disuelto en pinceladas de anilina,
producto de farmacia y tocador.
Deleitas el olfato con tu fina fragancia,
noble y arrogante flor de papiro.
Sutil treta supina
de gitano prestidigitador.
Pesar que asoma en ti,
pesar que vuela lejos,
con la jocunda francachela
de tu risa de hueco cascabel.
Y aunque finges reír
con el que llora penas del corazón,
eres traidora
como la cerradura de un hotel.
(Luis Carlos López)
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