I
Es el aire que entra por tu boca el enemigo,
el sueño que sueñas sola,
las palabras que dices y las que no dices,
las miradas que salen de tus ojos,
tus pensamientos quién sabe en qué,
las manos que usas para tocar
así sea con la sabiduría del deseo,
los pies que te conducen sin rumbo hacia el desastre,
son el enemigo en vela, el insomne impávido
que te aborda por todos los poros
y como un tumulto de hormigas rojas
te inunda con la sangre de tus venas
y te deja, ya para nada, seguir la vida.
II
O lo mismo: colocarte de estatua en un parque
para que escriban vulgaridades
en tu piel oscura o pasen de largo,
ponerte al filo del abismo por si acaso,
soñar con el desastre más cercano
y empujar el sueño a la vigilia,
buscar la trampa para caer en ella
hasta perder la luz y el corazón,
construirte con primor por la mañana
y naufragar por la tarde en la taza de té,
colocarte ante el espejo para mirar tu obra
y seguir la vida, ya para nada.
(María Mercedes Carranza)
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