lunes, 19 de diciembre de 2016

"Soledades", de Mario Benedetti

Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
seria semejante a nuestra breve
presoledad

después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad

ya se que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo

sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en es sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo

los datos objetivos son como sigue

hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos

claro que la soledad no viene sola

si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se vera un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente

después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad

conforme
pero
que vendrá después
de la soledad

a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si se
que mas allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estas vos
aunque sea preguntándote a solas
que vendrá después
de la soledad.



(Mario Benedetti)

sábado, 17 de diciembre de 2016

"Conversación", de Luis Alberto de Cuenca


Cada vez que te hablo, otras palabras
escapan de mi boca, otras palabras.
No son mías. Proceden de otro sitio.
Me muerden en la lengua. Me hacen daño.
Tienen, como las lanzas de los héroes,
doble filo, y los labios se me rompen
a su contacto, y cada vez que surgen
de dentro -o de muy lejos, o de nunca-,
me fluye de la boca un hilo tibio
de sangre que resbala por mi cuerpo.
Cada vez que te hablo, otras palabras
hablan por mí, como si ya no hubiese
nada mío en el mundo, nada mío
en el agotamiento interminable
de amarte y de sentirme desamado.


(Luis Alberto de Cuenca)

domingo, 30 de octubre de 2016

"Las anginas te tumban...", de Jaime Sabines

Las anginas te tumban como una pulmonía, dices, y dices que la enfermedad es un garrote en las manos de un ciego. Tenemos miedo de saber demasiado.

Ahora las rosas del cielo dejan caer sus pétalos silenciosamente. Esta luz que desciende acaricia.

Recuerdo que besas como si mordieras uvas. Ninguna paloma como tú se había vuelto mujer hasta ahora.

Me gusta pensar en ti desde que pienso.


(Jaime Sabines)

lunes, 24 de octubre de 2016

"La mentirosa", de Luis Alberto de Cuenca

Tienes hora para ir al ginecólogo,
te duele la cabeza, te ha sentado
algo mal o preparas un examen,
es el santo de Marta, los gemelos
se aburren sin salir o Macarena
te ha invitado a bañarte en su piscina...
¡Qué mal mientes, amor! Si no te gusto,
dímelo. Pensaré en un buen suicidio.
Pero si quieres verme, y tus excusas
no son más que un vulgar afrodisíaco
para que se mantenga mi deseo,
invéntate otros juegos, vida mía,
que el premio del engaño es el olvido.



(Luis Alberto de Cuenca)

sábado, 23 de abril de 2016

"El de ciencias naturales", de Zbigniew Herbert

No puedo recordar
su rostro
estaba de pie frente a mí en lo alto
al final de sus largas piernas separadas
veía
su cadenita de oro
su gris levita
y su flaco cuello
al que estaba prendida
una inerte corbata

fue el primero que nos enseñó
el anca de una rana muerta
que pinchada con un alfiler
violentamente se contrae

él nos introdujo
a través de un microscopio dorado
en la vida íntima
de nuestro bisabuelo
el paramecio

trajo un oscuro grano
y dijo: cornezuelo

instigado por él
en el décimo año de mi vida
fui padre
cuando tras una tensa espera

de una castaña sumergida en el agua
apareció un brote amarillo
y todo estalló en canto
alrededor

en el segundo año de la guerra
mataron al de ciencias
los malandrines de historia

si es que fue al cielo-

quizá camine ahora
sobre largos rayos
vestidos con grises medias
con una enorme red
y una caja verde
alegremente bamboleándose a su espalda

pero si no se fue allá arriba-

cuando en el sendero del bosque
encuentro un escarabajo encaramándose
a una pelotilla de arena
me acerco
me cuadro
y digo:
-buenos días señor profesor
permítame ayudarle

lo transporto delicadamente
y me quedo mirando un rato
hasta que desaparece
en la obscura sala de profesores


(Zbigniew Herbert)