así dice todo el mundo.
Mas creo que su profundidad
no alcanza ni en mitad
a la de las cuitas y añoranzas
por el amado ausente.
El mar tiene su orilla,
y éstas no tienen fin.
Laúd en mano, subo al alto pabellón,
vacío, pero lleno de luz de luna.
Vibran acordes de amor.
Se me quiebran las entrañas.
Y también las cuerdas.
(Li Ye)
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