Y cuando empezó la siguiente guerra,
las mujeres dijeron: ¡No!
y encerraron a su hermano, hijo y marido
en casa bajo llave.
Luego se fueron, en cada país,
probablemente ante la casa del capitán
y tenían palos en las manos
y sacaron a los tipos.
A cada uno le pegaron una azotaina
de lo que mandaron hacer esta guerra:
a los señores del banco y de la industria,
al ministro y al general.
Alguno palos se rompieron.
Y algunos fanfarrones se callaron.
En todos los países se puso el grito en el cielo,
y en ninguno hubo guerra.
Las mujeres volvieron entonces a casa otra vez,
con el hermano, el hijo, el marido,
¡y les dijeron que la guerra había acabado!
Los hombres miraron por la ventana
y no miraron a las mujeres...
(Erich Kästner)
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