No vendrá. De verdad. No vendrá nunca.
Mi cuarto es muy modesto para el éxito.
Ni hallaría la casa tan siquiera.
Mi cuarto es muy austero para amigos.
Nadie viene a reunirse entre estos muros.
Mi cuarto es también frío y muy pequeño.
¿Cómo cobijar, pues, un gran amor?
No es lógico esperar. No vendrá nunca
un éxito, un amigo, un gran amor.
Debiera de una vez cerrar la puerta.
(José María Fonollosa)
No sabré mucho de poesía, pero me encanta. En este blog intento recopilar mis fragmentos favoritos.
lunes, 31 de agosto de 2015
viernes, 28 de agosto de 2015
"Vino, primero, pura...", de Juan Ramón Jiménez
Vino, primero pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando sin saberlo.
Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de hiel y sin sentido!
Mas se fue desnudando
y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda.
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
(Juan Ramón Jiménez)
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando sin saberlo.
Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de hiel y sin sentido!
Mas se fue desnudando
y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda.
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
(Juan Ramón Jiménez)
"Contra Jaime Gil de Biedma", de Jaime Gil de Biedma
De qué sirve, quisiera saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
(Jaime Gil de Biedma)
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
(Jaime Gil de Biedma)
"Hammurabi", de Luis Alberto de Cuenca
Las chicas como tú se ríen en las barbas
del mismísimo Hammurabi.
«Ojo por ojo
y diente por diente»
(lo hizo escribir en Babilonia,
hace cuatro mil años).
Las chicas como tú responden
al amor con desdén
y al desdén con amor.
Por fastidiar a Hammurabi.
(Luis Alberto de Cuenca)
del mismísimo Hammurabi.
«Ojo por ojo
y diente por diente»
(lo hizo escribir en Babilonia,
hace cuatro mil años).
Las chicas como tú responden
al amor con desdén
y al desdén con amor.
Por fastidiar a Hammurabi.
(Luis Alberto de Cuenca)
jueves, 27 de agosto de 2015
"Escritura", de Eugenio Montejo
Alguna vez escribiré con piedras,
midiendo cada una de mis frases
por su peso, volumen, movimiento.
Estoy cansado de palabras.
No más lápiz: andamios, teodolitos,
la desnudez solar del sentimiento
tatuando en lo profundo de las rocas
su música secreta.
Dibujaré con líneas de guijarros
mi nombre, la historia de mi casa
y la memoria de aquel río
que va pasando siempre y se demora
entre mis venas como sabio arquitecto.
Con piedra viva escribiré mi canto
en arcos, puentes, dólmenes, columnas,
frente a la soledad del horizonte,
como un mapa que se abra ante los ojos
de los viajeros que no regresan nunca.
(Eugenio Montejo)
midiendo cada una de mis frases
por su peso, volumen, movimiento.
Estoy cansado de palabras.
No más lápiz: andamios, teodolitos,
la desnudez solar del sentimiento
tatuando en lo profundo de las rocas
su música secreta.
Dibujaré con líneas de guijarros
mi nombre, la historia de mi casa
y la memoria de aquel río
que va pasando siempre y se demora
entre mis venas como sabio arquitecto.
Con piedra viva escribiré mi canto
en arcos, puentes, dólmenes, columnas,
frente a la soledad del horizonte,
como un mapa que se abra ante los ojos
de los viajeros que no regresan nunca.
(Eugenio Montejo)
miércoles, 26 de agosto de 2015
"Sukeina", de Taufik Salama
Si en cada paso y paso
Ahogo mis garras,
En tu cálido horizonte.
Si en cada gota de sudor y el silencio
Oigo tu jeroglífico,
Y sigo la faraónica belleza.
Si en cada oscura noche,
Deslizo mis manos
Por tu llano vientre.
Ay, si esta musical anatomía,
Tuviera batutas,
Guardara partituras,
Olvidaré en bandadas mis penas,
Y aguanto el graznido de las vergüenzas
Para sencillamente,
Sumergirme en tu aliento.
(Taufik Salama)
Ahogo mis garras,
En tu cálido horizonte.
Si en cada gota de sudor y el silencio
Oigo tu jeroglífico,
Y sigo la faraónica belleza.
Si en cada oscura noche,
Deslizo mis manos
Por tu llano vientre.
Ay, si esta musical anatomía,
Tuviera batutas,
Guardara partituras,
Olvidaré en bandadas mis penas,
Y aguanto el graznido de las vergüenzas
Para sencillamente,
Sumergirme en tu aliento.
(Taufik Salama)
"Lluvia", de Zbigniew Herbert
Cuando mi hermano mayor
volvió de la guerra
portaba en su frente una estrellita de plata
y bajo la estrellita
un abismo
un fragmento de granada
lo alcanzó en Verdún
0 quizá en Grunwald
(no recordaba los detalles)
hablaba sin cesar
en muchas lenguas
pero la que más le gustaba
era la lengua de la historia
hasta perder el aliento
alzaba del suelo a sus camaradas caídos
Roland Feliksiak Aníbal
gritaba
que era la última cruzada
que pronto Cartago caería
y después entre sollozos reconocía
que él a Napoleón no le caía bien
mirábamos
cómo palidecía
los sentidos le abandonaban
lentamente se iba convirtiendo en un monumento
en el pabellón musical de sus oídos
apareció un bosque de piedra
y la piel de su cara
quedó abrochada
a los dos ciegos y secos
botones de sus ojos
le quedó sólo
el tacto
y qué historias
contaba con sus manos
en la derecha tenía novelas
en la izquierda memorias de un soldado
se llevaron a mi hermano
y lo trasladaron fuera de la ciudad
ahora vuelve cada otoño
delgado y callado
no quiere entrar en casa
golpea en el cristal para que salga
paseamos por las calles
y él me cuenta
historias fabulosas
tocando mi rostro
con los ciegos dedos del llanto
(Zbigniew Herbert)
volvió de la guerra
portaba en su frente una estrellita de plata
y bajo la estrellita
un abismo
un fragmento de granada
lo alcanzó en Verdún
0 quizá en Grunwald
(no recordaba los detalles)
hablaba sin cesar
en muchas lenguas
pero la que más le gustaba
era la lengua de la historia
hasta perder el aliento
alzaba del suelo a sus camaradas caídos
Roland Feliksiak Aníbal
gritaba
que era la última cruzada
que pronto Cartago caería
y después entre sollozos reconocía
que él a Napoleón no le caía bien
mirábamos
cómo palidecía
los sentidos le abandonaban
lentamente se iba convirtiendo en un monumento
en el pabellón musical de sus oídos
apareció un bosque de piedra
y la piel de su cara
quedó abrochada
a los dos ciegos y secos
botones de sus ojos
le quedó sólo
el tacto
y qué historias
contaba con sus manos
en la derecha tenía novelas
en la izquierda memorias de un soldado
se llevaron a mi hermano
y lo trasladaron fuera de la ciudad
ahora vuelve cada otoño
delgado y callado
no quiere entrar en casa
golpea en el cristal para que salga
paseamos por las calles
y él me cuenta
historias fabulosas
tocando mi rostro
con los ciegos dedos del llanto
(Zbigniew Herbert)
jueves, 20 de agosto de 2015
"No creo en la vía pacífica", de Nicanor Parra
NO CREO EN LA VÍA PACÍFICA
no creo en la vía violenta
me gustaría creer
en algo pero no creo
creer es creer en Dios
lo único que yo hago
es encogerme de hombros
perdónenme la franqueza
no creo ni en la Vía Láctea.
(Nicanor Parra)
no creo en la vía violenta
me gustaría creer
en algo pero no creo
creer es creer en Dios
lo único que yo hago
es encogerme de hombros
perdónenme la franqueza
no creo ni en la Vía Láctea.
(Nicanor Parra)
miércoles, 19 de agosto de 2015
"Imposible llamarla..." de Pedro Salinas
Imposible llamarla.
Yo no dormía. Ella
creyó que yo dormía.
Y la deje hacer todo:
ir quitándome
poco a poco la luz
sobre los ojos.
Dominarse los pasos,
el respirar, cambiada
en querencia de sombra
que no estorbara nunca
con el bulto o el ruido.
Y marcharse despacio,
despacio, con el alma
para dejar detrás
de la puerta, al salir,
un ser que descansara.
Para no despertarme
a mí, que no dormía.
Y no pude llamarla,
sentir que me quería,
quererme, entonces, era
irse con los demás
hablar fuerte, reír,
pero lejos, segura
de que yo no la oiría.
Liberada ya, alegre,
cogiendo mariposas
de espuma, sombras verdes
de olivos, toda llena
del gozo de saberme
en los brazos aquellos
a quienes me entrego
-sin celos, para siempre,
de su ausencia- del sueño
mío, que no dormía.
Imposible llamarla.
Su gran obra de amor
era dejarme solo.
(Pedro Salinas)
Yo no dormía. Ella
creyó que yo dormía.
Y la deje hacer todo:
ir quitándome
poco a poco la luz
sobre los ojos.
Dominarse los pasos,
el respirar, cambiada
en querencia de sombra
que no estorbara nunca
con el bulto o el ruido.
Y marcharse despacio,
despacio, con el alma
para dejar detrás
de la puerta, al salir,
un ser que descansara.
Para no despertarme
a mí, que no dormía.
Y no pude llamarla,
sentir que me quería,
quererme, entonces, era
irse con los demás
hablar fuerte, reír,
pero lejos, segura
de que yo no la oiría.
Liberada ya, alegre,
cogiendo mariposas
de espuma, sombras verdes
de olivos, toda llena
del gozo de saberme
en los brazos aquellos
a quienes me entrego
-sin celos, para siempre,
de su ausencia- del sueño
mío, que no dormía.
Imposible llamarla.
Su gran obra de amor
era dejarme solo.
(Pedro Salinas)
"Amén", de Álvaro Mutis
Que te acoja la muerte
con todos tus sueños intactos.
Al retorno de una furiosa adolescencia,
al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,
te distinguirá la muerte con su primer aviso.
Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
te iniciará en su constante brisa de otro mundo.
La muerte se confundirá con tus sueños
y en ellos reconocerá los signos
que antaño fuera dejando,
como un cazador que a su regreso
reconoce sus marcas en la brecha.
(Álvaro Mutis)
con todos tus sueños intactos.
Al retorno de una furiosa adolescencia,
al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,
te distinguirá la muerte con su primer aviso.
Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
te iniciará en su constante brisa de otro mundo.
La muerte se confundirá con tus sueños
y en ellos reconocerá los signos
que antaño fuera dejando,
como un cazador que a su regreso
reconoce sus marcas en la brecha.
(Álvaro Mutis)
lunes, 17 de agosto de 2015
"Bad boy", de Traian T. Cosovei
Yo soy el niño malo que, por fin, se hizo con las cerillas de la casa.
Soy el de la nariz metida en la bolsa de somníferos de la familia,
el que alimenta con viejos periódicos las aves de la ciudad;
soy el que se deja los grifos abiertos, las luces encendidas,
los cajones arrancados.
He sido un niño malo. Con periódicos viejos envolví el bocadillo de mamá,
con periódicos viejos alumbré mi vida para ver mi futuro hasta el final;
de periódicos viejos me hice una casa, una amada, un sueño.
Aunque soy el niño malo que hace el tranvía y su raíl temblar,
y el hierro fundido petrificarse en las estatuas al frío.
Yo soy el niño que descubrió el alcohol y el olvido,
la soledad y la llave del gas.
Yo soy el niño malo que escribe en los muros "camina o revienta"
y que derrocha el dinero del día de mañana y al que la obligan a ganarse la vida hasta el final.
Soy el que saborea el desastre, macula el papel...
Pero cuando los de la casa duermen y sueñan
yo hago a la muerte tartamudear.
(Traian T. Cosovei)
Soy el de la nariz metida en la bolsa de somníferos de la familia,
el que alimenta con viejos periódicos las aves de la ciudad;
soy el que se deja los grifos abiertos, las luces encendidas,
los cajones arrancados.
He sido un niño malo. Con periódicos viejos envolví el bocadillo de mamá,
con periódicos viejos alumbré mi vida para ver mi futuro hasta el final;
de periódicos viejos me hice una casa, una amada, un sueño.
Aunque soy el niño malo que hace el tranvía y su raíl temblar,
y el hierro fundido petrificarse en las estatuas al frío.
Yo soy el niño que descubrió el alcohol y el olvido,
la soledad y la llave del gas.
Yo soy el niño malo que escribe en los muros "camina o revienta"
y que derrocha el dinero del día de mañana y al que la obligan a ganarse la vida hasta el final.
Soy el que saborea el desastre, macula el papel...
Pero cuando los de la casa duermen y sueñan
yo hago a la muerte tartamudear.
(Traian T. Cosovei)
"Fantasía de pasado mañana", de Erich Kästner
Y cuando empezó la siguiente guerra,
las mujeres dijeron: ¡No!
y encerraron a su hermano, hijo y marido
en casa bajo llave.
Luego se fueron, en cada país,
probablemente ante la casa del capitán
y tenían palos en las manos
y sacaron a los tipos.
A cada uno le pegaron una azotaina
de lo que mandaron hacer esta guerra:
a los señores del banco y de la industria,
al ministro y al general.
Alguno palos se rompieron.
Y algunos fanfarrones se callaron.
En todos los países se puso el grito en el cielo,
y en ninguno hubo guerra.
Las mujeres volvieron entonces a casa otra vez,
con el hermano, el hijo, el marido,
¡y les dijeron que la guerra había acabado!
Los hombres miraron por la ventana
y no miraron a las mujeres...
(Erich Kästner)
las mujeres dijeron: ¡No!
y encerraron a su hermano, hijo y marido
en casa bajo llave.
Luego se fueron, en cada país,
probablemente ante la casa del capitán
y tenían palos en las manos
y sacaron a los tipos.
A cada uno le pegaron una azotaina
de lo que mandaron hacer esta guerra:
a los señores del banco y de la industria,
al ministro y al general.
Alguno palos se rompieron.
Y algunos fanfarrones se callaron.
En todos los países se puso el grito en el cielo,
y en ninguno hubo guerra.
Las mujeres volvieron entonces a casa otra vez,
con el hermano, el hijo, el marido,
¡y les dijeron que la guerra había acabado!
Los hombres miraron por la ventana
y no miraron a las mujeres...
(Erich Kästner)
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