Las anginas te tumban como una pulmonía, dices, y dices que la enfermedad es un garrote en las manos de un ciego. Tenemos miedo de saber demasiado.
Ahora las rosas del cielo dejan caer sus pétalos silenciosamente. Esta luz que desciende acaricia.
Recuerdo que besas como si mordieras uvas. Ninguna paloma como tú se había vuelto mujer hasta ahora.
Me gusta pensar en ti desde que pienso.
(Jaime Sabines)
Tienes hora para ir al ginecólogo,
te duele la cabeza, te ha sentado
algo mal o preparas un examen,
es el santo de Marta, los gemelos
se aburren sin salir o Macarena
te ha invitado a bañarte en su piscina...
¡Qué mal mientes, amor! Si no te gusto,
dímelo. Pensaré en un buen suicidio.
Pero si quieres verme, y tus excusas
no son más que un vulgar afrodisíaco
para que se mantenga mi deseo,
invéntate otros juegos, vida mía,
que el premio del engaño es el olvido.
(Luis Alberto de Cuenca)