ha clavado sus rumbos en tu pecho
y esquivo entre tus brazos el acecho
de las cien rutas que mi paso olvida.
Despójame del ansia desmedida
que abrasaba mi espíritu en barbecho.
El roce de tus manos ha deshecho
la audacia de mi frente envanecida.
Navegaré en tus pulsos. Dicha inerte
del silencio total. Ávida muerte
donde renacen, tuyos, mis sentidos.
Ahoga entre tus labios mi tristeza,
y esta inquietud punzante que ya empieza
a taladrar mi sien con sus latidos.
(Ernestina de Champourcin)